2. El hombre sediento...

“El hombre se diferencia de las bestias por la magnitud de sus deseos” (F. Nietzsche).
He empezado el camino lento de la verdad, el camino empinado hacia el reconocimiento de mi propia realidad. He empezado el camino arduo de la desnudez, del no aparentar, del no temer ser yo. Y así, mirándome, viendo lo que he sido y lo que soy, descubro la manera como suelo asumir la vida y la forma como quisiera asumirla a partir de ahora.
  ¿Cómo construir mi existencia? ¿Cómo vivir? Esas son las preguntas con las que ahora me enfrento.

LAS MANERAS DE ASUMIR LA VIDA.
Fundamentalmente hay tres maneras de asumir la vida: la forma satisfecha, acomodada, cíclica, propia del animal; la forma agresiva, depredadora, posesiva, típica de nuestro egoísmo y la forma insatisfecha, profunda, siempre en progreso, propia de la auténtica humanidad.
  La primera de ellas es la del simple animal: El animal vive en un ciclo vital cerrado: nace, crece, se reproduce y muere. Es una vida tediosa, sin novedad, programada de antemano por los factores instintivos, hecha en función de la subsistencia y en procura de la satisfacción de las necesidades inmediatas.
  El animal no se preocupa por si calidad de vida, no se angustia pensando en lo que le pasa, no anhela la libertad como valor, no ama, no crea, no inventa, no descubre, no tiene conciencia de sus problemas profundos, no sufre con sus problemas familiares ni se preocupa por problemas afectivos sexuales.
  El animal simplemente sobrevive y para sobrevivir se adapta. El animal no transforma su mundo, no transforma las relaciones con sus semejantes.
  Repite una y otra vez los mismos patrones de vida y una y otra vez caza, duerme, se aparea, sobrevive en el mismo círculo tedioso dispuesto por sus instintos.
  La segunda manera de vivir es la egoísta, es una forma nuestra, un estilo de vida tristemente inventado por los hombres. La vida del egoísta es equivocadamente insatisfecha. El egoísta sabe que sufre, sabe de lo difícil que es vivir, sabe del dolor que causa la vida. El egoísta conoce todo lo que le duele la libertad, el amor, el pasado.
  Y por eso, porque sabe que la vida cuesta, porque se siente sediento de algo que no sabe qué es, busca calmar su sed con cosas, con personas, con placeres, con dinero..., busca poseer.
  Queriendo calmar su sed, el egoísta se encierra en un círculo vital más cerrado y más trágico que el del animal. Vive para poseer, vive para acumular, vive para acaparar. El egoísta es un depredador.
  Destruye una familia, porque quiere poseer la razón, porque quiere ser servido en todo, porque sólo se interesa por sí mismo.
  Destruye un  noviazgo porque utiliza a la otra persona para llenar su soledad o para satisfacer sus ansias de placer fácil y a bajo costo.
  Destruye una amistad porque quiere imponer su manera de ver las cosas, porque trata a sus amigos como si fueran una posesión.
  Destruye su propia vida porque busca la felicidad en el lugar equivocado, porque cree hallarla en el dinero acaparado, en los mil caprichos que tiene, en los lujos, en las cosas innecesarias que desea o adquiere y de las cuales depende.
  Pero la vid humana, la auténtica, no se limita ni al círculo cerrado de supervivencia del animal ni a la lógica agresiva del egoísta. El ser humano es un ser insatisfecho, un ser sediento, pero sediento de ser – más.
  El hombre verdadero no se contenta con satisfacer sus necesidades básicas, no le basta con comer, beber, nacer, reproducirse y morir. “No sólo de pan vive el hombre”, decía Jesús. El hombre es un ser profundamente insatisfecho, un ser que siempre está buscando más sentido para su vida, que siempre está indagando por una nueva razón para existir.
  Es un ser lleno de ideales, de deseos. Es el único ser capaz de crear, capaz de transformar todo lo que hay a su alrededor, pero, sobre todo, es el único ser capaz de amar, capaz de entregarse incondicionalmente a alguien.
  El hombre auténtico se caracteriza por su insatisfacción, por su sed de ser – más. Sí, se diferencia de las bestias, por la magnitud de sus aspiraciones.

MI MANERA DE ASUMIR LA VIDA.
Y, ¿Cómo suelo asumir yo mi vida?
  Aunque yo sea humano, tengo que reconocer que muchas veces asumo mi vida con la monotonía y la comodidad de un animal o con la agresividad y las ansias de posesión de un egoísta.
  Muchas de mis actitudes son simplemente de supervivencia.  Duermo porque hay que dormir, estudio porque toca sacar un título de cualquier cosa, tengo un noviazgo porque a mi edad hay que tenerlo. Vivo en una rutina tediosa y sin creatividad. Mi vida es un círculo vicioso de comer, ver TV, estudiar, divertirme, dormir...
  Como el animal hago lo que veo hacer a los demás, repito una y otra vez los errores de los otros y, aunque mucho critico, suelo ser tan inauténtico como ellos. No soy capaz de decir lo que pienso, no hago respetar mi propia voz.
  Mi sexualidad misma es la de un animal, desatada sin sentido alguno, alimentada por la pornografía, basada sólo en la satisfacción de instintos primarios.
  Como buen animal, suelo hundirme en la pereza, en el aburrimiento, en el tedio y termino adaptándome al medio, acostumbrándome a todo. Así, me he acostumbrado a tener problemas familiares me he acostumbrado a llorar cuando me siento solo, me he acostumbrado al problema que escondo y callo, me he acostumbrado a la incomprensión, me he acostumbrado a la burla y al rechazo que tanto me duelen.
  Pero, peor aún, hay ocasiones en que sintiendo la sed propia de mi humanidad, busco colmarla equivocadamente poseyendo, acaparando.
  Por eso dependo de la moda, de la imagen física, de la apariencia social. Por eso domino a mis amistades y les digo qué y cómo pensar.
  Por eso quiero tenerlo todo o casi todo; y así, busco la felicidad en las cosas que tengo y deseo, busco el amor dominando y utilizando personas para satisfacer mis necesidades, busco el reconocimiento de los otros aparentando ser lo que no soy, imponiendo mi manera de ver las cosas o haciendo sentir inferiores a los demás.
  Sí, como dice el profeta Jeremías. “Abandoné al Señor fuente de agua viva y cavé pozos agrietados que no retienen el agua” y que no pueden calmar mi sed.
  No, no vivo yo con autenticidad. Yo con mi conformismo; yo, cómodamente instalado en mi vida apática y facilista. Yo, apegado a mis cosas y a mis gustos; yo, dominante y posesivo; yo, no vivo desde la sed profunda del ser humano que quiere ser más, que anhela amar más, que desea darse más.
  Y ahora, ¿de qué forma voy a construir mi vida?
  Es necesario empezar a vivir insatisfecho, es necesario existir desde la sed profunda de ser más. Por eso me convendría enfrentarme con preguntas como éstas, preguntas que tocan el fondo de mi ser.

  ¿Estoy satisfecho con la vida que llevo, o anhelo un estilo de vida más profundo y entregado?
  ¿Estoy satisfecho con mi manera de vivir la amistad o anhelo amistades más entregadas y auténticas?
  ¿Estoy satisfecho con mi forma de asumir el estudio o anhelo una mayor responsabilidad y una mayor superación?
  ¿Estoy satisfecho con la vida sexual que hasta ahora he llevado o anhelo una vivencia de la sexualidad más madura?
  ¿Estoy satisfecho con mi grupo de compañeros, con el ambiente que he creado con ellos o anhelo unas relaciones más profundas y respetuosas?
  ¿Estoy satisfecho con lo que sé de Dios o deseo un encuentro mayor con él?
  ¿Estoy satisfecho con mi manera de ser, con mi cuerpo, con mi carácter, con mis relaciones?



Duelen estas preguntas. Duelen porque tocan el fondo de mi corazón apático y dormido. Duelen porque me revelan las realidades que hay en mi vida y que no me he atrevido a asumir. Duelen porque me muestran mis problemas familiares, mis dificultades de relación, mi manera de ser, todo un mundo de cosas a las que me he acostumbrado; pero que desearía cambiar.
  Luchar. La vid es una lucha continua. Es cierto, yo he sentido en muchas ocasiones el deseo de cambiar y he luchado un día o dos, o tal vez más; pero lo cierto es que me canso fácilmente.
  Es necesario luchar, luchar una y otra vez, luchar siempre, porque el ser humano es un ser sediento y siempre anhela ser más, dar más, crear más, amar más.
  No puedo detenerme. La vid, la familia, la amistad, la sexualidad, el encuentro con Dios, son luchas de siempre, porque siempre se puede crecer más, porque, -si no nos engañamos-, siempre estará sediento nuestro corazón.
  “Hay hombres que luchan un día, y son buenos; hay otros que luchan un año, y son mejores; hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos; pero hay los que luchan toda la vida..., esos son los imprescindibles”. (Bertold Brecht).

FICHA DE TRABAJO PERSONAL.
1.       ¿Qué me llamó más la atención del documento ¿Por qué?
2.       ¿Qué actitudes mías ante la vida corresponden a la manera animal de asumir la vida? ¿En qué lo noto? Especifico.
3.       ¿Qué actitudes mías ante la vida corresponden a la manera egoísta de asumir la vida? Especifico.
4.       ¿Qué actitudes mías ante la vida corresponden a la manera humana de asumir la vida? Ejemplos.
5.       Respondo las preguntas que están en la última parte del documento.
6.       ¿Cuáles son las aspiraciones hondas que hay en mi vida (en el estudio, en la amistad, en la vida sexual, en el noviazgo, en la familia, en la vida de fe, trabajo)?
7.       ¿Qué puedo hacer para empezar a luchar para alcanzar aquello a lo que con profundidad aspiro?
8.      Conclusiones personales.

AYUDAS PARA HACER ORACIÓN

Quedarme en silencio delante del Señor.
Sentirlo exigiéndome una vida profunda.
Me hizo a su imagen y semejanza, dice la Biblia, por lo tanto, Dios siempre debe estar sediento, buscándome, queriendo encontrarme.
Presentarle al Señor todo el trabajo hecho. Especialmente presentarle mi vid inauténtica y las aspiraciones profundas que tengo ahora.
Sentir que él me escucha y me comprende. Amarlo ahí.

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