1. Partir de lo que somos


Este es un tiempo excelente para conocerte más.
Esta entrada te ayudará…

Partir de lo que somos

"Entonces dijo Jesús a los que habían creído: Ustedes, para ser de verdad mis discípulos, tienen que atenerse a mis palabras. Conocerán la verdad y la verdad los hará libres". Jn 8,1-32.
  He empezado a constatar que dentro de mí hay muchas realidades que duelen, que hacen daño, que me hacen sentir vacío; he comenzado a ver mi vida, tan sin sentido, tan poco entregada, tan apegada a cosas que no llenan el corazón. Por eso es necesario volver a empezar, volver a vivir, volver a nacer.
 Pero para vivir, para reconstruir la vida, se necesita de un cimiento firme en el cual sea posible apoyarse.
  ¿A partir de qué construiré mi vida? A partir de lo que soy, a partir de mi verdad, a partir de lo que digo de mí mismo.
  No se trata de partir de lo que creo ser. Muchas veces vivo de imágenes que tengo de mí. Me creo cariñoso, me creo sincero, me creo capaz de amar, me creo responsable; pero ¿lo soy? No se trata de partir tampoco de lo que quiero ser. Estamos acostumbrados en nuestro ambiente a vivir de proyectos futuros. Soñamos con mil cosas y cometemos el error de creer que somos tan generosos, tan maduros, tan grandes, como nuestros sueños. Tampoco se trata de partir de lo que dicen de mí. Muchas veces vivo de lo que piensan y dicen los demás de mí; pero ¿soy en realidad como dicen los demás que soy?
  No, no se trata de partir de las imágenes que tengo o tienen de mí. Se trata de partir de mi verdad, de mi desnuda verdad, de la verdad de mi familia, de mi sexualidad, de mi amistad, de mi pololeo, de mi pasado. Partir de lo que soy, de lo que soy realmente… ese es el cimiento firme.
  Para partir de lo que soy se necesita una actitud básica: estar dispuesto a desnudarme. Cierto, la desnudez de nuestro cuerpo da vergüenza…también la desnudez del corazón, la desnudez de los complejos ocultados durante tanto tiempo, la desnudez del propio pasado que se ha procurado olvidar, la desnudez del problema que se calla.
 Sin embargo; para conocer mi verdad, necesito desnudar mi realidad, mirar lo que soy, sin añadidos ni ornamentos, sin ropajes ni apariencias. Tal vez no sea fácil desnudarme, pero es necesario.
  Mirar lo que soy, conocerme, llegar hasta el fondo de mi realidad y sobre todo, aceptarme; esa es la actitud fundamental. Sólo sacando a la luz mi realidad, sólo aceptando lo que soy, pueden nacer en mí cosas nuevas.
"Vamos decime contame todo lo que a vos te está pasando ahora, porque si no cuando está tu alma a solas llora. Hay que sacarlo todo afuera, como la primavera, nadie quiere que adentro algo se muera. Hablar mirándose a los ojos, sacar lo que se tiene afuera, para que adentro nazcan cosas nuevas, nuevas nuevas" (Piero)
 Es hora de recordar unas verdades muy serias, verdades que callo, verdades que difícilmente he reflexionado alguna vez.

TENGO UNA DOBLE CARA: La de mostrar a los demás, la superficial y la mía, la verdadera, la profunda. La primera ni siquiera es una cara. Es más bien una máscara, un maquillaje, un atuendo de payaso.
  Esa máscara es la que llevo cotidianamente al colegio, la que me pongo en casa, la que muestro a mis amigos.
  Esa, máscara es toda la apariencia que hay en mí, todas mis falsedades y mis engaños: Mi alegría excesiva con mis amigos o en el colegio para ocultar mis problemas, los relatos de mis hazañas conquistadoras para esconder mi timidez, esa sonrisa con la que quiero demostrar que no pasa nada, esas modas con las que quiero asemejarme a los demás, esa aparente madurez y ese aparente amor y esa aparente seriedad.
  Llevo puesta una máscara que oculta lo que soy yo, que me permite confundirme con la masa, que me da la capacidad de representar diferentes papeles de acuerdo a las situaciones y a las personas.
  Llevo puesta una máscara y está tan adherida a mi piel que muchas veces olvido cómo soy en realidad.
  Cuando digo que nadie me conoce, estoy diciendo la verdad. Nadie me conoce porque yo no me he mostrado tal como soy.
  Pero, aunque tengo otra cara… esta sí es verdadera, la mía. Aunque está golpeada por el tiempo y por el sufrir, aunque algunos (incluso yo) la han despreciado, esconde una belleza única: así soy yo.
  Y bien, ¿cuál es mi máscara? ¿Qué escondo detrás de ella? 
La verdad es que LE HE CAMBIADO EL NOMBRE A LAS COSAS; por eso confundo las palabras.  Llamo "felicidad" al placer rastrero que produce la utilización sexual de una persona; llamo "amor"  a la dependencia afectiva que tengo con alguien, llamo "noviazgo" a la relación superficial; llamo "amistad" a esa extraña camaradería en la que difícilmente hay cariño y respeto; llamo "juventud" a la vida sin sentido y sin responsabilidad; llamo "familia" al hotel en que vivo y a esas personas que están a mi lado, pero que no suelo tomar en cuenta; llamo "grupo de amigos" a ese círculo de compañeros con los que vivo de burlas, recelos, desconfianzas, hipocresías y superficialidades.
  Y con esto tantas cosas a las que les he cambiado el nombre, pues el ambiente social, mis amigos, mi familia, mi educación, me han enseñado a cambiarle el nombre a las cosas.
  Así la vida se vuelve una mentira, una inmensa mentira disfrazada de realidad.
  También es verdad que SIGO SIENDO MUY INFANTIL. Todo ser humano pasa por diferentes etapas de crecimiento: la niñez, la adolescencia, la adultez.
  Yo soy adolescente, pero es difícil serlo, ya que el adolescente se enfrenta a muchos sufrimientos. Mi mundo ya no es tan estable como el del niño, tampoco tengo todavía el equilibrio del adulto, las cosas me afectan mucho, cambio rápidamente de estado de ánimo, a veces me siento mal, a veces no sé por qué vivo y, sobre todo, en el fondo soy muy inseguro.
  Y porque es difícil ser adolescente, suelo refugiarme en actitudes infantiles.
  Me regreso a mi infancia, busco seguridad en aquello en lo que buscaba seguridad cuando era niño, me evado soñando, imaginando mil cosas imposibles y vuelvo a tomarlo todo a juego…, el amor, la sexualidad, la familia, el otro, el pobre…, todo es juego.
  La verdad es que NO SÉ QUIÉN SOY. El ser humano es un misterio, no porque sea algo que no se pueda entender, sino porque es fascinante, admirable.
  Soy un ser humano, llevo en mí el maravilloso misterio de la humanidad, pero no me admiro, no me conozco, no sé quién soy.
  Sí, es verdad, es más fácil admirar lo que está fuera de mí, admirar lo que hay en los otros, hablar de lo que veo en ellos, de sus valores, de sus defectos. Pero ¡Qué difícil es hablar de mí! Me defino con tres o cuatro frases superficiales y me quedo pronto en silencio pues no me conozco. Hay tantas personas que viven así, sin conocerse.
  Estudian porque toca estudiar, inician un pololeo porque desde cierta edad eso hay que hacerlo, compran la última moda porque todo el mundo lo hace, trabajan porque toca trabajar…; viven absortos en la rutina, viviendo sin saber quiénes son, sin tomar conciencia de lo grande y fundamental que es ser UNO MISMO.
  Así son muchos… y así soy yo. Sé muchas cosas, hablo de muchos temas, pero no sé quién soy. En fin, puedo concluir con San Agustín que "es larga la distancia que me separa de mí mismo".
 Y por eso, porque no me conozco, es por lo que es cierto que YO ME DEJO MANEJAR POR LOS DEMÁS.
 Vivo al viento, al viento del mundo y del ambiente, la cara al viento, el alma al viento, al viento de la noche. Me golpea el ambiente, como golpea el viento a los árboles en las noches de invierno. Todos me asaltan, todos se introducen en mi vida, todos me dicen qué tengo que hacer, qué me tengo que poner, qué debo opinar, qué música me debe gustar.
  Soy tantas veces el juguete de mis amigos, de mi familia, de mi pololo o polola.
  Y yo les creo, me dejo manipular, hago lo que dicen no por convicción, sino por miedo a ser distinto, por miedo a ser lo que soy.
  Ha llegado la hora de la verdad. Es tiempo ya de reconocer lo que soy, sin miedo, sin vergüenza, con sinceridad. Es hora de ser. Si comienzo a decirme mis primeras verdades, empezaré a conocerme, empezaré a ser yo mismo, empezaré a entrar en el misterio de ser hombre.
  Es tiempo ya de verdad. Voy a comenzar el camino hacia mi propia realidad. Sé que será difícil, porque la verdad cuesta; pero también sé que conociendo la verdad, se encuentra la libertad.


FICHA DE TRABAJO PERSONAL
1.      Subraya lo que más te llamó la atención del documento. Explica por qué.
2.      ¿Tengo una doble cara? En concreto, ¿Cuáles son las máscaras que suelo ponerme? ¿Con quiénes? ¿En qué momentos?
3.      ¿Qué es lo que escondo detrás de mis máscaras? ¿Por qué escondo esas realidades mías?
4.      ¿A qué palabras les he cambiado el significado? ¿Por qué?
5.      ¿Qué actitudes infantiles suelo tener? ¿Por qué? ¿Con quienes? ¿En qué momentos?
6.      ¿Me conozco? Entonces, ¿Quién soy yo?
7.      ¿Me dejo manejar por los demás (ambiente, publicidad, moda, familia, amigos, pareja, compañeros)? En concreto, ¿En qué momentos me dejo manejar y por quiénes?
8.      Conclusiones personales.

AYUDAS PARA HACER ORACIÓN.
Quedarme un momento en silencio delante del Señor.
Sentir que él me conoce, mucho más de lo que yo me conozco.
Sentir que me acepta, mucho más de lo que yo me acepto.
Sentir que me ama, mucho más de lo que yo me amo.
Presentarle al Señor el trabajo que hice.
Decirle cómo me siento. Amarlo ahí.

S    Escribe tus reflexiones, así te sirve como terapia para descargarte y te comprometes más con lo que has reflexionado.


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