8. Cuando experimentas la muerte de un ser querido…
La muerte como experiencia
La muerte de alguien querido es una
experiencia dolorosa para quienes seguimos vivos. Es lo que se conoce como
duelo. Es normal que nos produzca una crisis traumática con toda la angustia,
incertidumbre y conmoción asociadas a toda crisis fuerte.
Sin embargo, hay actitudes que dificultan elaborar adecuadamente la pérdida de un ser
querido, como:
La inhibición de expresiones de dolor. “vivir para
adentro” la pena destruye la relación con los otros y no permite re-elaborar el
afecto con quien ya ha fallecido.
Negarse a aceptar la pérdida. aferrarse a los recuerdos
con el difunto, ver el presente desde ellos, dificulta el contacto con la
realidad, alejándonos de la sana y necesaria búsqueda de nuestro propio sentido
de existir.
En cambio, hay actitudes que ayudan
a vivir y madurar en la pérdida de los seres queridos, estas son
realmente un proceso natural por el cual se elabora sanamente el duelo.
Vivir la experiencia de la contradicción. Es decir,
darse el tiempo y valor para aceptar en lo más íntimo de sí mismo la conmoción
que causa la pérdida de un ser querido. Esto pasa muchas veces por vivir en
piel la constatación: “quien yo conocí y aprecio, ya no lo volveré a ver más”,
sentimiento que muchas veces se vive con incredulidad porque la no aceptación
de la realidad nos lleva a pensar que no es verdad.
La experiencia de la resignación. Es el aceptar que la
muerte es también una pérdida y que ésta nos apena. La resignación no es
consolarse con los recuerdos sino aceptar la realidad de la pérdida de un ser
querido.
La experiencia del desapego. El aceptar que alguien
querido murió, que ya no estará como antes en nuestra vida, nos lleva a
elaborar y pensar nuestra vida sin esta persona. Se trata de comenzar a adaptar
nuestra vida a su ausencia, lo que se llama desapego. El desapego nos permite
mirar el futuro desde nuestras capacidades, y re – descubrir la vida y la
muerte como realidad nueva y con sentido.
Vivir la muerte cercanamente
es una experiencia fuerte. A todos nos impresiona y sobrecoge. Por eso evitamos
hablar de ella. Incluso existe una superstición que dice que hablar de la
muerte trae mala suerte. Se cree que hablando de la muerte se la puede tentar.
Toda superstición es un
intento de conjurar peligros de un modo mágico. Si bien es cierto que resulta
comprensible el temor y el recelo ante la muerte, no es menos cierto que es una
experiencia natural e inevitable. Y este hecho no cambia, aunque evitemos
hablar de ello.
Se nos olvida que la muerte
es parte de la vida. Nuestros temores nacen de olvidar que no somos eternos y
de creer que la mejor forma de afrontar el dolor es evitándolo.
La cultura actual,
alimentada de tecnología y voluntad, no ha podido darle sentido a la muerte. En
un mundo menos creyente en Dios, la muerte no es una realidad a asumir sino
otra desagradable experiencia a evitar, con la secreta esperanza de que la
ciencia tendrá una solución placentera al problema.
En nuestro medio cada vez se
habla menos de la muerte, como experiencia que aporta al sentido de la vida.
Por este motivo, la muerte de alguien querido nos paraliza, nos deja sin saber
qué hacer o qué decir, porque no le hemos hecho un espacio a la muerte en
nuestra vida.
El cambio de costumbres
respecto al ritual fúnebre, expresa cada vez más el intento de evitar el
contacto con la muerte. En muchos lugares, ya no se hace más en casa. Se evita
que los niños participen. Ya la gente no sabe qué decirles a los deudos, etc.
todo esto es expresión de la fobia (rechazo neurótico) que la cultura moderna
ha desarrollado hacia la muerte.
Lo cierto es que muerte y
vida no son experiencias opuestas, sino más bien muy complementarias, y juntas
nos ayudan a madurar el sentido de la existencia. Hablar de la muerte es una
forma de hablar de la vida, los temores frente a una son también los temores
frente a la otra. Bien se dice que sólo quien ya no teme a la muerte ha dejado
de ser esclavo en las cosas de la vida.
Reflexión
+ Recuerda si tienes
experiencia de haber perdido a un ser querido…
+ ¿Te diste el espacio y el
tiempo para elaborar el duelo?
+ ¿En qué crees que tendrías
que madurar, para situarte de modo más sano frente a la muerte?
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